¿Nos están haciendo la Pascua?

Llevamos ya casi 60 días de confinamiento donde parecemos no haber avanzado mucho si nos fijamos en las cifras, los números, el miedo, el bloqueo...
Y ocurre que cuando miramos lo que pasa fuera en exceso, esa curva cómo va, y qué es lo que dice tal o cual político, o experto en salud... nos quedamos igual o peor, porque acto seguido podemos descubrir su componente ideológico o sesgado cuando no se trata, incluso, de un supuesto bulo.

Pero, quizá es porque no me detengo a mirar un poco más cómo estoy viviendo en primera persona todo lo que está pasando, todo lo que me está pasando, cómo lo estoy viviendo pero en relación conmigo mismo y con los que tengo más cerca.

Es decir, en este tiempo, ¿estoy viviendo intensamente la realidad y voy conociendo (y tratando) mejor a aquellas personas con las que convivo? ¿qué estoy aprendiendo? ¿me se organizar o soy un desastre? ¿estoy aprovechando a trabajar a un ritmo más humano, más consciente de darme en aquello que realizo, que produzco, donde pongo lo que soy y se, y así me sigo realizando profesionalmente y hay personas que se están beneficiando de ello? ¿disfruto con aquello que soy y tengo? ¿aprendo a discernir una mayor moderación en mis gustos, caprichos, necesidad de reconocimiento o de ir a lo mío?

El silencio en mí para reconocer y valorar lo que soy y tengo.

La Pascua, que finalizará el próximo 31 de mayo con la Solemnidad de Pentecostés, no me la están programando los políticos que sigue discutiendo y se están justificando un  día sí y otro también, de manera más o menos improvisada, temerosa e imprudente todas las medidas y fases que están dispuestos a realizar.

Esa Pascua tampoco me la están organizando todas las noticias que llegan a través de la televisión, whatsapp y redes sociales, rutinas de celebraciones y aplausos (o caceroladas) por distintos motivos, más o menos plausibles (valga la redundancia). No, no...

La Pascua de Jesucristo en mi vida y para mí va de otro rollo, que es el que Dios hecho hombre se ha encarnado por mí porque me ama, se ha tomado tan en serio mi vida y mi circunstancia que ha sido capaz de entregarse y morir por mí esperando mi libre aceptación a su oferta de salvación, de plenitud, de gloria junto con Él y el Padre en el Espíritu Santo.

Por tanto la Pascua no me la hace nadie, el paso de la muerte a la vida plena no me la va a dar ni una curva que deja de serlo y es totalmente plana sin contagios ni muertes, ni una mascarilla estupenda, ni unos guantes antivirus maravillosos, ni una pantalla totalmente aislante, ni nada por el estilo... O más precisamente, Alguien me da ya, pero ya, la fórmula de la Pascua: la confianza en Él, porque nada de lo que pase bajo el cielo conmigo y con todos mis familiares, amigos y conocidos, y con toda la humanidad, está fuera o lejos del alcance de su Amor y Misericordia.

Por eso, se que la PASCUA está asegurada, pero no la que me venden, sino la que Él me da cada día, cada instante, haciendo nuevas todas las cosas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Si pedimos y llamamos...

Algo nuevo se está cociendo

Cuarentena de más de 40 días