Si pedimos y llamamos...

No estamos aquí porque sí, ni para perder el tiempo. Todo se nos ha dado para aprender,  agradecer, contemplar y aprovechar, pero esta conciencia la tenemos despierta pocas veces. Es como si no nos bastase, como si frente a la maravilla que somos, la que nos envuelve y a la que estamos destinados a ser nos hubiéramos quedado de pronto miopes, o incluso ciegos.
Sin confianza no hay milagros. Pero si sabemos ver bien hay una realidad aumentada, densa, de misericordia, de amor, en cada lugar, en cada persona con la que nos encontramos. El rostro de quien nos pone en cada circunstancia no es muy distinto que quien encontramos con necesidad en nuestro día a día.
Si sabemos pedir a la puerta de nuestro corazón con sencillez, humildad, y si llamamos esperando que ese hambre y sed sean calmados, a causa de nuestro cansancio y agobio, si somos pacientes y constantes en pedir, se nos dará lo que realmente necesitamos y se abrirá esa puerta o ventana que esperamos.
Pero, ¿cómo pedir lo que realmente nos conviene, lo que necesitamos, lo que construye, lo que no nos distrae y dispersa, lo que nos madura...? 
¿Cómo puedo descubrir en mí la esencia de los motivos y razones reales para la acción?
Quizá las respuestas esté en las mismas preguntas, pues puede tratarse de un ejercicio de depuración, cada uno desde su personal punto de vista, pero convergiendo con muchos otros, de dejar a un lado lo que excede, lo que no es correspondiente, lo que aliena, lo que no me hace crecer...
Y además de este ejercicio, la verificación constante de la consistencia, perdurabilidad e importancia de lo que nos merece la pena el compromiso de nuestra voluntad, interés e inteligencia.

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